1. Fanático Religioso:
Gordo, ciego de un ojo, bajo, moreno y cincuentón.
Rara vez sus párpados pasaban sobre su espeluznante e inmóvil pupila celeste. Unos sucios y gruesos bigotes canosos se extendían tiesos desde sus fosas nasales hasta sus labios gordos y babosos. Voz ronca: me escupió mientras hablaba de la Biblia, del apocalipsis y de la misericordia de Dios Todopoderoso. Su verborrea y su saliva impregnaron el trayecto de sinsentido durante más de veinte minutos.
Daba obsesionadas y esquizofrénicas vueltas, una y otra vez, sobre las burradas más fanáticas que he escuchado a alguien decir en mi vida, tomarlo en serio era imposible y tan desagradable resultaba que ni siquiera me inspiraba lástima. Su tono era monótono, como si hubiese sido hipnotizado para decir todas las estupideces con las que rellenó veinte minutos de mi vida. Peor incluso que escuchar una maratónica sesión de salmos en una iglesia, o escuchar a un viejito silencioso recitar lentamente el Quijote. Cuando me preguntó si podía darle dinero, refiriendose a mí como "joven" (lo que me sorprendió, porque hasta ese momento pensé que era un individuo totalmente ciego) negué rápidamente con la cabeza. Ansioso de que recorriera rápido el resto del pasillo y se bajara cuanto antes, tamborileé involuntariamente el piso de la micro con un pie: ¡entonces el tipo se puso a cantar canciones de misa!: "El señor es mi pastor" o algo parecido a "Dios está aquí". Mientras estiraba la mano a los ocupantes de la locomoción colectiva sin expresión en su cara.
Habré pensando unas quinientas veces en querer acabar con su patética existencia, hasta que se bajó.
2. En menos de un minuto, se subió un joven, flaquísimo, con un parche en la nariz, y solamente un mechón de pelo en la cabeza. Me llamó la atención su extraño look de doctrina esotérica asiática y sus holgadas ropas, así que recibí inmediatamente el panfleto que me pasó sobre el vegetarianismo diciendome "Aceptelo sin compromiso". Encontré interesante el tema, así que comenzé a leerlo y me di cuenta con horror, ya destrozado por el discurso anterior, de que hablaba de lo mismo de siempre. Cuando saludó a la gente de la micro con las palabras 'Hare Krishna' me di cuenta de que al fin sabía de que se habla cuando se menciona a los tal Hare Krishna. Me estremecí. Dentro de todo, su presentación no fue "tan" desagradable, aunque el contenido de su discurso sí, y en exceso. Al rato ya quería que se fuera. Me aburrió y muchísimo. Estaba cansado, las arrítmicas aceleraciones y frenadas de la micro bamboleaban mi cabeza agotada.
Arrugé la cara. Supliqué tranquilidad.
Me bajé de la micro, caminé a mi casa: En la mitad de la nada, en el exacto punto de un barrio residencial donde todo está más bien desierto, se me apareció un...
3. Viejo sin mano: Segunda vez que lo veo, anda paseandose con una receta médica, y mostrandole a todo el mundo el muñón que tiene como mano. Es un viejito flaco, moreno, y triste. Ojos hundidos como arrugas. Es un personaje tétrico, triste e insistente. Demasiado insistente. Le di algunas monedas de diez pesos y le mentí diciendole que era todo lo que tenía. No entendí NADA de lo que me decía, una voz demasiado baja y vieja como para ser entendida. Menos posible aún es atisbar siquiera alguna palabrita de lo que murmura cuando mueve su mano mutilada frente a tí para veas lo imposibilitado de trabajar que está. Prácticamente huí tras darle esas monedas, ya no quería encontrarme con personajes excéntricos de un futuro cyber-punk. Quería encontrarme con abuelas, con jardineros y con adolescentes atractivas. Con padres, guardias de seguridad y taxistas. Madres y ancianos de asilo acompañados por enfermeras. Con gente que pasea a sus perros.