En un minuto de silencio, el domingo pasado, se me ocurrió escribir lo que pasaba. No es de ninguna forma lo más interesante que pasó durante el rodaje del corto, pero es lo que escribí.
Los pelambres, las entretenidas tensiones, las situaciones más agresivas, y el alcohólico final en Bellavista, cosas que fueron como lo mejor de la filmación, se van a quedar sin su aparición escrita:
"Heme aquí, atrapado en un bar con el pésimo nombre de "La Berenjena", sostenido apenas por un exceso de cafeína y sujeto a cuidar como un perro guardían la cámara de 16 milimetros en absoluta soledad.
Un leve aroma a cerveza se acerca a ratos a mis fosas nasales. En la mesa que apoyo mis brazos tres vasos semivacíos dejan escapar burbujas del translúcido brebaje amarillo, y una docena de fallecidos cigarrillos descansan cadavéricos sobre las cenizas. Desde las siete y media de la mañana me he desempeñado con el insignificante trabajo de "Segundo Asistente de Cámara": Relleno el reporte, canto y golpeo la claqueta frente a la cámara (para esfumarme antes de que Martín Seeger, el director, enuncie la palabra acción).
Es un cortometraje de estudiantes de tercer año, que conocí casualmente cuando una ebria estudiante de fotografía me invitó a hacer asistencia en otro proyecto. El bar está hecho un pueblo fantasma: Los focos apagados y la gente conversando banalidades tras el fracaso de un paneo imposible en trescientos sesenta grados.
A la Denise, -la estudiante ebria de fotografía-, se le ve la parte superior del agujero entre las nalgas cada vez que se agacha. No sé si se trata de algo erótico, pero debido a su naturaleza de jovencita empeñosa y acomplejada, con aspecto de estudiosa, se vuelve un espectáculo interesante. Interesante y obsenamente explícito."
Los pelambres, las entretenidas tensiones, las situaciones más agresivas, y el alcohólico final en Bellavista, cosas que fueron como lo mejor de la filmación, se van a quedar sin su aparición escrita:
"Heme aquí, atrapado en un bar con el pésimo nombre de "La Berenjena", sostenido apenas por un exceso de cafeína y sujeto a cuidar como un perro guardían la cámara de 16 milimetros en absoluta soledad.
Un leve aroma a cerveza se acerca a ratos a mis fosas nasales. En la mesa que apoyo mis brazos tres vasos semivacíos dejan escapar burbujas del translúcido brebaje amarillo, y una docena de fallecidos cigarrillos descansan cadavéricos sobre las cenizas. Desde las siete y media de la mañana me he desempeñado con el insignificante trabajo de "Segundo Asistente de Cámara": Relleno el reporte, canto y golpeo la claqueta frente a la cámara (para esfumarme antes de que Martín Seeger, el director, enuncie la palabra acción).
Es un cortometraje de estudiantes de tercer año, que conocí casualmente cuando una ebria estudiante de fotografía me invitó a hacer asistencia en otro proyecto. El bar está hecho un pueblo fantasma: Los focos apagados y la gente conversando banalidades tras el fracaso de un paneo imposible en trescientos sesenta grados.
A la Denise, -la estudiante ebria de fotografía-, se le ve la parte superior del agujero entre las nalgas cada vez que se agacha. No sé si se trata de algo erótico, pero debido a su naturaleza de jovencita empeñosa y acomplejada, con aspecto de estudiosa, se vuelve un espectáculo interesante. Interesante y obsenamente explícito."
Posts
No comments:
Post a Comment