Thursday, February 26, 2009

El puercoespín amigable

528 palabras de sureña factura















Enrique, en concreto, se define a sí mismo como un mamífero higiénico (dotado de algunos arranques menores de perversidad). Su indumentaria habitual: zapatillas deportivas y pantalones pardos.

Cayó de rodillas sobre el pasto sin causarse mayor daño y al levantarse del suelo miró las embarradas palmas de sus manos con disgusto.

Su amigo, entretanto, miraba abstraído por el ventanal hacia el faro. Éste amigo, que se llamaba Beto, tragó tras masticar repetidamente.

Quedaron algunas migas en el plato. Se rascó una axila con desgano y pensó en salir a trotar. Idea que descartó casi al instante.

Salió de la cabaña. En el segundo piso Constanza aún descansaba, y por un instante, mirando hacia su ventana, Beto recordó lo deseable que se veía cuando vestía su ligero piyama. Pensó que de todos modos se trataba de un mujer insoportable, y replanteándose algunas cosas se tranquilizó ante la imposibilidad de haberse involucrado con ella.

Enrique cruzó frente a Beto mirándose las manos. Se dirigía hacia el baño. Entró en la cabaña y al atravezar el pasillo, sonidos de disparos y helicópteros provenientes del televisor perturbaron su veraniega calma.

Los hermanos pequeños estaban despiertos antes de lo acostumbrado. Parecían adormilados y veían televisión con las cortinas cerradas. Enrique entró al cuarto de baño y dió el agua fría, el lavamanos evidenciaba escupitajos y pasta de dientes anaranjada. Escuchó un ladrido, escuchó pasos en el segundo piso, se refregó las manos y se mojó la cara. Se la secó con una maltraída toalla.

Constanza, aún en su cama, leía:

"Un puercoespín amigable solía llegar tarde al trabajo. Conducía un Volkswagen y escuchaba a Beethoven.

Su jefe, una morsa de mal carácter aficionada al golf, miraba los atrasos de su empleado con malos ojos y decidió despedirlo.

Ésta morsa tenía una hija quinceañera, bastante coqueta por lo demás, que un viernes cualquiera mientras miraba su serie favorita en la televisión por cable, recibió una llamada telefónica. Era su amiga Karen, que veía la misma serie y no podía creer que Josh, tras perder a su prometida en algún intrincado accidente, estuviese dispuesto a reemplazarla por otra chica en tan corto plazo.

Tras hablar cerca de diecisiete minutos Karen colgó el teléfono y se dirigió a la cocina, donde sacó un yoghurt del refrigerador, y por supuesto, se lo comió.

Un puercoespín amigable que solía llegar tarde al trabajo (y que ahora estaba cesante) sentíase tremendamente frustrado con su vida, y pasaba las tardes del mes de Mayo charlando con el administrador de un bar cercano a su casa. El nombre del establecimiento no es relevante para este relato, pero si lo es el hecho de que el administrador del bar no pensara que el puercoespín amigable fuese un personaje interesante.

Lo que quiero decir es que sólo hablaba con él porque se trataba de un cliente, y si el puercoespín hubiese sabido esto, probablemente se habría sentido triste
".

Constanza marcó la página y cerró el libro. Ya era hora de despertar definitivamente. Lloró durante cinco minutos, como lo hacía todas las mañanas, para luego abrir una ventana y fumar su cigarrillo matinal. Enrique, en el piso inferior, se secaba las manos con tenacidad.

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